La pasada semana veíamos en clase de gestión del conocimiento una recreación animada del libro “¿quién se ha llevado mi queso?, y mucho me temo que algunos de los que se quejaban amargamente de tener que hacer post sobre el vídeo se vieron reflejados en el personaje del cortometraje que hacía lo mismo que ellos: “lamentarse”.
El vídeo en cuestión ilustra la historia de dos parejas: una de ratones y otra de personajillos humanos cuyo único afán diario es acudir desde sus lindas casitas a una gran montaña de queso para saciarse y más tarde volver de nuevo a sus hogares. Un mal día, los ratones llegan a la montaña de queso y como habían previsto unos días antes, ya no quedaba, se había terminado, pero su instinto animal hace que los ratones sin dudarlo se pongan en marcha como dos intrépidos aventureros en busca de nuevo queso. Unas horas más tarde, como si de Españoles se tratase, llegan los otros dos individuos y se quedan atónitos, perplejos y mudos al ver que su preciado queso había desaparecido, pero éstos en lugar de actuar como animales (que curiosamente en ese caso hubiese sido lo correcto, paradojas de la vida) se lamentan una y otra vez en el lugar de los hechos. Más tarde, angustiados y aturdidos vuelven completamente desangelados a su hogar.
Con este mismo comportamiento transcurren unos días ambas parejas, al poco tiempo los ratones ya habían encontrado una nueva mina de queso, mientras los individuos humanos a los que he llamado Woody y Dirk seguían sumidos en la miseria y obcecados cada día con volver al mismo sitio donde siempre habían encontrado su queso, pensando que algún día lo volverían a encontrar y todo volvería a ser como antes. Por fortuna, la actitud de uno de los lumbreras fue tornando y esa mente racional empezó a pensar lo que los ratones habían hecho ya hacía varios días: buscar nuevo queso. De modo que Woody, intentó convencer a Dirk, para que le acompañara a buscar nuevo queso, pero éste último, como un buen alemán cuadriculado seguía en sus “trece” pensando que eso sólo era una pesadilla y que mañana todo sería normal y disfrutaría de su queso en el mismo lugar de siempre. De modo que Woody emprendió su viaje en solitario en busca de queso y cada día colocaba carteles indicativos para su compañero Dirk, con la esperanza de que algún día éste último cambiara de actitud y decidiese seguir sus pasos, de este modo se reencontrarían.
Woody no tardo mucho en encontrar nuevo queso y vivir feliz de nuevo al igual que los ratones, además se mantenía preparado para el día en que le volviera a faltar queso, sin embargo Dirk había caído en una profunda depresión y no se planteaba abandonar su estrategia, ni siquiera seguía los carteles de su ya infiel amigo.
Esta historia nos invita a reflexionar sobre las diferentes actitudes que en ella se plantean y que se pueden extrapolar fácilmente a nuestro comportamiento diario o a una cultura empresarial, y sobre todo a la postura que se adopta ante un cambio.
Saludos
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